El Reino Unido salió este viernes de la Unión Europea (UE), y como buen conjurador de ilusiones, el primer ministro Boris Johnson no deja de prometer un futuro de oportunidades ahora que los británicos “recobraron su libertad”. Esta retórica se deshace en pedazos cuando se la examina de cerca. La salida es más formal que real hasta el 31 de diciembre cuando finaliza el período de transición acordado entre las partes. En estos 11 meses no va a cambiar casi nada: el Reino Unido seguirá siendo parte del mercado común europeo, de la Unión Aduanera y continuará contribuyendo al presupuesto europeo.

Con el mismo caótico optimismo discursivo, Boris Johnson se ha mostrado convencido sobre la posibilidad de negociar un amplio y ambicioso acuerdo de libre comercio con la UE en estos 11 meses. En caso de que no se logre ha sido enfático en que no pedirá una extensión de la actual transición. La UE, por su parte, ha dejado en claro que es imposible conseguir un acuerdo como el que desea Johnson en un período tan corto. Pagina/12 dialogó sobre el panorama que se abre para la relación entre ambas partes con Thomas Sampson, experto en temas europeos de la London School of Economics.

– Las negociaciones recién empiezan el 3 de marzo, es decir, que en la práctica habrá un poco menos de 10 meses de negociación real. ¿Es posible en este período tener un acuerdo amplio y ambicioso como quiere Johnson?

– No. Aunque todo depende de cómo se define un acuerdo amplio y ambicioso. Lo que tenemos son tres escenarios posibles: un acuerdo elemental, un acuerdo “ambicioso” y que no haya ningún tipo de acuerdo, es decir, un Hard Brexit.

– El negociador del Bloque europeo Michel Barnier ha dicho que se puede aspirar a un acuerdo elemental, pero que incluso esto va a depender de la negociación. ¿Qué sería este acuerdo básico y de qué dependería?

— En el mejor de los casos sería que la mayoría de los productos que se comercian entre el Reino Unido y la UE no tengan ni cuotas ni aranceles. Es decir, que no haya límites a la cantidad que se pueda exportar o importar ni que haya que pagar aranceles para hacerlo. Acá hay un abanico de posibilidades en cuanto a la cantidad de productos y sectores que puedan entrar en este tipo de acuerdo de “cero cuotas, cero arancel” porque puede haber sectores a los que se les da un porcentaje o cuota libre de aranceles y a partir de que se cubre esa cuota se disparen los aranceles. El punto clave va a ser el alineamiento regulatorio. La UE ha sido muy clara. Tiene que haber reglas de juego parejas, lo que en inglés llamamos un “level playing field”. Es decir, homogeneidad regulatoria, que el Reino Unido no tenga espacio para una competencia desleal para sus productos bajando los costos con regulaciones laxas a nivel laboral, medioambiental, sanitario, etc. El problema es que Johnson ha dicho que él quiere divergir a nivel regulatorio, es decir, tener sus propias reglas, diferentes a las de la Unión Europea. Si se mantiene en esa tesitura, va a tener un fuerte impacto en el tipo de acuerdo.

– Pero además la UE habla de un alineamiento dinámico, es decir, que si la UE cambia la regulación, el Reino Unido tiene que adaptar su producto a estas normas para poder exportarlo. Visto así, la única posibilidad de que haya un acuerdo es que Boris Johnson acepte el alineamiento, algo que será inaceptable para buena parte del Partido Conservador.

– Para el ala más dura del Partido Conservador la razón de ser del Brexit es que el Reino Unido tenga pleno control de sus leyes y regulaciones. Esto será un problema. Si Johnson acepta un alineamiento dinámico a la regulación que provenga de Bruselas, ¿para qué se hizo el Brexit? Johnson tendrá que decidir entre la política – su propio partido – y la economía, es decir, las ventajas de un acuerdo de 0 cuota 0 aranceles que igual no sería un acuerdo ambicioso, en el sentido que no resolvería todo el tema regulatorio y los chequeos fronterizos que gobiernan el comercio internacional.

– En todo caso este tipo de acuerdo 0 Cuota, 0 aranceles cubriría el sector industrial, la pesca y la agricultura. ¿Qué pasa con los servicios, en especial, con el sector financiero que es tan crucial en la economía británica?

– Durante estos 11 meses de transición, el sector financiero seguirá rigiéndose por la regla llamada “passporting”, una suerte de pasaporte automático por el que la entidad financiera de un país miembro puede operar con el resto de la UE. El 1 de enero de 2021 perderá este privilegio. Un punto clave en la negociación sobre el sector financiero es si la Unión Europea sustituirá el sistema de “passporting” por otro que se denomina “equivalencia”. Por este sistema la UE reconocería que las regulaciones que hay en el sector financiero británico son equivalentes a las del bloque y, por tanto, son válidas. Esto limitaría el impacto, pero ojo porque la equivalencia regulatoria no es igual al sistema de “passporting”. Primero porque no sabemos si esta equivalencia cubrirá todos los productos y entidades del sector financiero. La UE puede otorgar la equivalencia para algunas partes y no para otras, darla para “Asset Managment”, pero no para otros productos. Pero además, si el Reino Unido cambia sus propias regulaciones o la UE introduce otras que el Reino Unido no adopta, la UE puede dar por finalizado este sistema de equivalencia de la noche a la mañana. Es decir, que el sector financiero va a vivir en un estado de mucha mayor incertidumbre. Por eso es que muchas entidades financieras pueden elegir transferir sus operaciones al continente.

– Así las cosas, parecería que es bastante posible el tercer escenario que usted mencionó, el de un Hard Brexit, es decir, un acuerdo de separación total de la UE.

– Es el escenario más negro a nivel económico porque la relación se regirá por las reglas de la Organización Mundial del Comercio. De ser así, habrá un aumento automático de aranceles para muchos productos, a lo que se agregarán todas las trabas regulatorias y de chequeo fronterizo.

– ¿Qué sectores serán los más afectados?

– Hay un universo de ocho mil productos, cada uno con su propio arancel. Muchos productos mantendrían arancel 0. Pero un sector como el automotriz, tendría aranceles del 10% mientras que en el sector agrícola algunos productos pueden llegar a tener un arancel del 80 %. Aclaremos igual una cosa. El hecho de que no haya acuerdo a final de año no quiere decir que se cierre para siempre la negociación. Va a haber idas y vueltas. De manera que no será un proceso cerrado del 31 de diciembre para toda la eternidad.

– Pero mientras tanto el impacto se hará sentir. Una excesiva prolongación de las negociaciones, ¿puede significar el fin de dos sectores tan importantes como el automotriz y el agrícola?

– Estos sectores se verán seriamente perjudicados y en muchos productos les costará sobrevivir. Pero el impacto será para el conjunto de la economía. La evaluación que hicimos en un estudio de la London School of Economics es que si se logra un acuerdo limitado se perderá un 6% del Producto Interno Bruto per capita en los próximos 10 años. Con un Hard Brexit, se perderá un 8%. No va a haber una recesión automática porque el impacto del comercio en la economía es más lento, se registra año a año con la pérdida de actividad. El efecto acumulativo será un sostenido empobrecimiento.

– Muchos temen que el precio del Brexit sea la unidad del Reino Unido. Los dos casos de más peso son Irlanda del Norte y Escocia.

– El acuerdo de separación crea una frontera entre Irlanda del Norte y Gran Bretaña, es decir que económicamente Irlanda del Norte estará mucho más cerca de la República de Irlanda, miembro de la UE, que de Inglaterra, Escocia y Gales porque se va a regir por las reglas aduaneras del continente. El control aduanero de los productos que entren y salgan de Irlanda del Norte se hará en Gran Bretaña. Esto va a afectar económicamente a Irlanda del Norte de dos maneras. Por un lado, los sectores más vinculados económicamente a Gran Bretaña van a tener las cosas más difíciles. Pero además Irlanda del Norte va a quedar mucho más cerca de la República porque no va a haber frontera entre ambos y tendrán las mismas reglas aduaneras, algo que va a estimular el comercio en esta dirección. Es una situación sin precedentes porque en la frontera británica habrá empleados de aduana del Reino Unido que serán supervisados por europeos para que cumplan con su misión de controlar el ingreso y egreso de productos en Irlanda del Norte que es un miembro del Reino Unido. Y si la UE piensa que el Reino Unido no está haciendo su trabajo de control aduanero como corresponde, podrá intervenir. Escocia es otro problema. Los nacionalistas escoceses quieren otro referendo de independencia. El gobierno de Johnson dice que no, pero el impacto económico de la salida, puede ser decisivo para inclinar la balanza en una u otra dirección.

– Boris Johnson ha dicho que no pedirá una extensión a este período de transición que termina el 31 de diciembre. Dados todos estos problemas, ¿ve posible que ceda a la presión de muchos sectores, sea financieros, industriales, Irlanda del Norte o Escocia?

– Una cosa que sabemos de Johnson es que no cumple con su palabra. Johnson dijo que jamás votaría a favor de un acuerdo de salida que dejara a Irlanda del Norte y la integridad del Reino Unido en una situación tan complicada y, sin embargo, lo hizo. Es improbable que lo haga por toda la presión política que habrá, pero no imposible.

Entrevista a Thomas Sampson, experto en temas europeos de la London School of Economics. Fuente. Página/12