En la sede céntrica del mítico Club Rivadavia se prosiguió a la cláusula de dos salones, uno por incumplimiento de su concesionario Omar Yunes y otro por la practica ilegal del juego (Póker).
Todo esto se suma al conflicto interno que viene deliberando el club entre asociados comunes y un grupo, que parece haber adueñado de la institución.

En una institución que tendría que sobresalir por sus logros deportivos e institucionales; donde el clima familiar y de camaradería tendría que reinar, hoy todo es oscuro: faltan cheques, falta dinero, falta documentación, sobra juego ilegal, sobra venta de alcohol a menores y mayores sin autorización y habilitación de REBA. Sobra inmoralidad de un grupo, que se atreve día a día a amenazar a la última presidenta electa Marisol Birge por las reiteradas denuncias que viene realizando sobre el mismo, ese mismo que no quiere aparecer y que no quiere ordenar las cuentas, y que por supuesto no se quiere.