Tras hacer algunos ajustes físicos (lesiones que casi lo sacan de competencia), mentales (reponerse ante la adversidad) y emocionales (mayor expresión, desenvoltura y disfrute), Del Potro se encuentra, en este momento de su carrera, en lo que en psicología positiva y en el mundo del deporte se conoce como El flujo o La Zona.
Acuñado por el psicólogo húngaro Mihály Csíkszentmihályi, dicho concepto refiere al estado mental operativo en el cual una persona está completamente inmersa en la actividad que ejecuta. EEs un momento, además, que se caracteriza por la total implicación en la tarea, y de éxito en la realización de la actividad.
Aunque por momentos su andar en la cancha puede parecer cansino, o desenfocado, en Del Potro significa todo lo contrario. El tenista tandilense aprendió a conocer su cuerpo, emociones, y fortaleció su ya indemne mentalidad, premium de nacimiento. Y para él significa todo lo contrario: en un momento de disfrute, serenidad y madurez, el campeón US Open 2009 no tiene prisa, pero tampoco piensa pausar su exitoso andar. Juan Martín encontró una estabilidad que, de no mediar inconvenientes mayúsculos (lesiones, o afecciones laterales que pueden vincularse con su familia o amigos), difícilmente se vea doblegada.
Una mirada de corto plazo, en definitiva, puede presumir que la derrota de Del Potro ante Isner (semifinales de Miami Open 2018) es un paso atrás, cuando no es más que un paréntesis (incluso necesario, tras 15 partidos consecutivos, casi un mes ininterrumpido de actividad, y ante un rival enfocado y jugando en su condición favorita) necesario para seguir tomando impulso hacia la meta final (¿el número uno?).
Quizás, sin saberlo, del Potro administra su carrera en términos de un calendario tenístico que ya conoce, incluso tiene incorporado, y no corre, sino que disfruta y (esto es vital) mantiene sin fisuras su hambre de gloria.
Nada de lo que pasó en su interrumpida carrera es deseable, pero se vislumbra que algo de todo aquello ha tenido una consecuencia positiva en el argentino. El camino que pudo dejarlo trunco le guardó una enseñanza que se le hizo carne, y lo puso en el lugar donde tiene que estar. La pregunta es: ¿hasta dónde llegará el gigante argentino? El límite sólo lo tiene el propio jugador. Por lo pronto, disfrutará su merecido descanso comiendo “asado, helado y chocolate” en Tandil con sus amigos. Otro eslabón necesario en la cadena de sucesos afortunados.